jueves, 15 de octubre de 2015

Angela Urongo Raboy sobre los juicios y la reconstrucción de las historias personales

“La verdad sale a la luz”

Como sus sobrinos, Angela Urondo Raboy pasó por un hogar de menores durante la última dictadura, en su caso en Mendoza. “De a poco nos vamos dando cuenta del dominio que tenían las fuerzas represivas sobre los espacios de menores”, señala.

 Por Alejandra Dandan

El 17 de junio de 1976, Angela viajaba con sus padres Francisco “Paco” Urondo y Alicia Raboy, y con René Ahualli en el auto que fue interceptado y atacado a balazos en Mendoza. A Urondo lo asesinaron a golpes. Alicia fue secuestrada y trasladada a la D-2, está desaparecida. René escapó. Angela pasó por la D-2 y fue encontrada veinte días después por su familia en la Casa Cuna. En ese momento, ella tenía once meses, poco menos que sus sobrinos secuestrados en diciembre de ese año por una patota de la ESMA en Buenos Aires y trasladados a un instituto de menores en Moreno (ver nota central). “De a poco nos vamos dando cuenta de esto: del dominio que tenían las fuerzas represivas sobre los espacios de menores. Los hogares de menores eran parte del Estado. El Estado era un Estado genocida. Y ahí había partícipes también de la Justicia.”

En Comodoro Py acaba de terminar el alegato con la reconstrucción del asesinato de su hermana mayor, Claudia Josefina Urondo de Koncurat; de su cuñado El Jote Mario Koncurat, y el traslado de sus sobrinos durante 40 días al hogar de menores.

–¿Qué significó escuchar el alegato?

–Me llevo la síntesis de todos los granitos de arena que fuimos aportando a lo largo del juicio. Cuando sufrimos la desaparición de mi hermana y de mi cuñado, teníamos las sospechas de que habían llegado muertos a la ESMA por algunos dichos, pero además tuvimos que buscar a mis sobrinos que quedaron en un hogar de menores con un nombre falso. Hasta ahora teníamos la hipótesis de que podría haber un nexo entre el Hogar Riglos y la ESMA. Esto se fue confirmado a través del testimonio de Torres de Tolosa. Por el Riglos pasaron un montonazo de chicos y creo que esto abre la puerta para que se empiece a investigar un poco mas fuerte la responsabilidad del genocidio sobre estos chicos que estaban judicializados.

–¿Cómo fue eso?

–No puedo dejar de hacer un paralelo con mi propio caso en Mendoza ya que a mí me pasó algo prácticamente igual. Yo también estuve en un hogar de menores después de haber estado en un centro clandestino. Después del operativo por el cual matan a mi papá y desaparecen a mi mamá. Hace 15 años tuve oportunidad de estar en ese hogar y encontré que no figuraba en el libro de entradas, pero que el libro de entradas estaba adulterado. Le habían arrancado las tres primeras páginas, las habían reconstruido y habían simulado algunos poquitos ingresos durante los años de la dictadura. Y yo no figuraba. La primera respuesta que me dieron es que yo no había estado ahí. Insistí porque tenía recuerdos de ese lugar y apareció un legajo que confirmaba que yo había estado ahí y entonces se dieron cuenta de que había un montón de información que no estaba bien socializada. Que había muchos chicos que iban a preguntar por su historia. De a poco nos vamos dando cuenta de esto: el dominio que tenían las fuerzas represivas sobre los espacios de menores. Yo sé que mientras estuve en el hogar hubo custodia armada. Sabían perfectamente quién era yo, sin embargo eligieron ponerme un nombre ficticio: Marisol, llamarme NN y no devolverme inmediatamente a mi familia sino esperar a que la familia me encuentre de casualidad. Encuentro una relación estrecha entre estas modalidades: los hogares de menores eran parte del Estado. El Estado era un Estado genocida. Y ahí había partícipes también de la justicia. No digo que todos. Porque está claro que (Gonzalo) Torres de Tolosa lo era, pero tengo mis dudas sobre el juez que fue quien publicó el pedido de paradero de los familiares de estos nenes.

–¿Qué cambia saber esto?

–Mis sobrinos figuraban como niños abandonados hasta hace muy poco. Hasta que en este juicio empezamos a atar los cabos. Pienso que hay muchos que pasaron por hogares y están bajo esta misma forma y no es real. Yo misma figuraba como abandonada por mis progenitores en mi causa de adopción.

–¿Creés entonces que continúa habiendo correlato entre la verdad y la justicia?

–Estos juicios sacan la verdad a la luz, ¡por supuesto! A mí me pasó personalmente, los testimonios de mi familia los escuché antes. Los charlamos siempre, sin embargo en el momento de declarar siempre aparecen cosas nuevas. Una fibra mas finita del entramado. Cada vez que escucho testimoniar a alguien sobre nuestros familiares descubro cosas que no había encontrado antes. Cada cual aporta su granito de arena y quizá cuando uno ve separados los fragmentos no encuentra el valor que en realidad tienen en su marco de contexto. Está claro que uno no tiene conciencia del valor que tienen las cosas hasta que encuentra ese correlato en el relato de otro. Está claro que acá no hay ninguna forma de espectacularización: estamos construyendo las historias acá, en este momento, in situ. Y la verdad va saliendo a la luz, por eso es tan importante la Justicia: porque mas allá de que nosotros pudimos ir reconstruyendo parte del entramado a nivel social, el marco del Estado es importantísimo, el marco de la Justicia le está dando esta formalidad a los hechos y nos ayuda a entender.

–En el caso de tu hermana, hay documentos que muestran la persecución sobre ella y sobre su esposo desde 1971. Digo, hay un Estado aportando datos sobre ese pasado.

–El Estado enjuiciando al Estado es todo un paradigma, con sus contradicciones, pero es un paradigma de esta época, un significante positivo de la democracia. La democracia no es democracia hasta que no ocurren estas cuestiones. Mientras el Estado permitió el período de impunidad tan largo que tuvimos que vivir después del genocidio... siempre los pienso como crímenes aparte. El genocidio fue un crimen de la dictadura, pero la impunidad un crimen de la democracia. El genocidio es un crimen irreparable pero la impunidad evidentemente no. Desde lo simbólico, claro. Se nos murieron un montón de genocidas y de querellantes. Pero desde lo simbólico estamos insistiendo en la historia del genocidio de este país y me parece que eso le hace bien a la democracia, le hace bien al mundo, porque estamos a la vanguardia del juzgamiento ya que no existe país que haya juzgado tan profundamente sus crímenes de Estado. Los años de impunidad estuvimos con las tragedias personales entre las manos, haciéndole el reclamo a la sociedad y al Estado de que esto era una tragedia colectiva y me parece que con los juicios esto vuelve a circular, vuelve a hacer parte de todos.

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